Opinión
Patriotas y «salvadores», el banquete de los clásicos
Comienzan a vislumbrarse los nobles rostros de los patriotas y “salvadores” que aspiran legislar en el próximo cuatrienio.
Se aproxima la contienda electoral en Colombia y como por arte de magia empiezan a vislumbrarse los nobles rostros de los patriotas y “salvadores” que aspiran a legislar y a liderar el país durante el próximo cuatrienio 2022 – 2025.
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La palmadita en la espalda, el apretón de manos, la sonrisa amplia y el oído atento, son atenciones que por estas fechas no se hacen esperar por parte de los “posudos” del tarjetón; tampoco faltarán clásicos como el sancocho, el tamal y la lechona, la teja y el cemento, la promesa a posteriori y cuanta maña sucia con la que, al más bajo precio, los postulados querrán recaudar votos, ganar adeptos y reducir a su mínima expresión la manipulable conciencia del desmemoriado elector.
Aunque el agasajo se recibe en público, el voto continúa siendo secreto y, por lo tanto, no es necesario retribuir lo recibido.
A la ciudadanía en general recordarle que aunque el agasajo se recibe en público -cuanto más, mejor para el politiquero experto-, el voto continúa siendo secreto y, por lo tanto, no es necesario retribuir lo recibido; un consejo práctico y sano sería: aceptar el presente y sufragar pensando en su futuro.
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En efecto, las elecciones del próximo año serán definirán qué pasará con el legado de Paz que dejó el gobierno del expresidente Santos; si habrá continuidad para una política de seguridad democrática, o si definitivamente se da un vuelco a la política social y económica del país. Todo estará a merced de la línea política que tenga mayoría en el Congreso y obviamente el nuevo mandatario que llegue a reemplazar al presidente, en la Casa de Nariño.
Este texto, más visceral que argumentativo, es un llamado a la conciencia, a la dignidad, al respeto y a la memoria de una región que está siendo usurpada por la ambición politiquera y sus interés individuales, por el poder y por el adormilado sentido de pertenencia que invade a su gente, a esa poca que para elegir no utiliza la cabeza sino el estómago.
¿Qué pasaría si el voto no fuera por la palmadita en la espalda o el apretón de manos?
Redactado por: Fernando Betancourt Duran
