De Boyacá a los Llanos casanareños
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- Publicado en May 08, 2017
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Soportes informativos de este escrito son fuentes orales, recogidas por línea materna y apoyándome en menos proporción en secundarias.
La inquietud ha venido generándose desde hace muchos años, cuando mi mamá me narraba pasajes de los largos viajes que hacía su papá –es decir mi abuelo- entre Sogamoso y Casanare, que para mi eran aventuras.
Inspirado en ese asunto y en las añejas trashumancias de otros parientes entre los mismos destinos, redacté la crónica histórica que aquí comparto.
Sogamoso diáspora:
Por línea materna provengo de Sogamoso fantástica tierra muisca, sede del Templo del Sol construido con columnas de madera fina traída de Casanare, que fue profanado y destruido por el conquistador Jiménez de Quesada.
Desde dicho centro poblado boyacense de origen colonial, con cifrada importancia social y económica, aproximadamente a partir de los años finales de la década de 1920 comenzó el éxodo de algunos de mis familiares, quienes tomaron rumbos con fines aventureros/ colonizadores hacia territorios casanareños.
Como eran muy jóvenes, de su patria chica se fueron solteros y por allá se casaron y armaron sus grupos familiares, dando origen a sus primeras generaciones nacidas en tierras llaneras.
Echaron raíces:
Según los recuerdos de mi mamá Rita, fueron cuatro los apellidos de parientes sogamoseños que bajaron y se establecieron en sectores de Casanare.
Sus nombres y sitios en donde echaron raíces son los siguientes:
Ellos se compenetraron con el medio geográfico y cultural, armaron sus fundos haciéndose reconocidos ganaderos. Quizá en Trinidad hoy el apellido Monroy de esta cepa ya no está.
Mi abuelo el comerciante:
Quiero ahora compartir de manera breve lo que me cuenta mi mamá, sobre los periódicos viajes comerciales de Julio Monroy, su papá, entre Sogamoso y diferentes destinos casanareños.
En su recua de mulas mi abuelo materno transportaba bultos de mercancías y comestibles. Resalto que la carga siempre incluía docenas de cotizas de cuero de res, que mi abuela en prolongadas jornadas de trabajo en su casa tejía con hilo negro haciéndoles detalles discretos con hebras de colores. Con este artesanal producto se atendían los encargos de los llaneros.
La carga era tapada con papel encerado, para protegerla de las lluvias. Lo anterior me da pie para decir que el camino –para mi prehispánico- era muy largo y transitarlo era toda una experiencia extrema por su abrupta topografía y el inclemente clima, retos que de manera obligada el viajero debía que afrontar.
El traje del abuelo incluía ruana, sombrero, briches y botas. También usó el tradicional y extinguido bayetón.
Del tolerable frío sogamoseño se iba en busca de bajas temperaturas en tierras de Mongua y luego transitar la altura máxima localizada en el inclemente páramo de San Ignacio, al que Julio Monroy decía que mejor debía llamarse páramo “del diablo”.
Mi abuelo tuvo propiedad en el sitio Guayaque, más no echó raíces en tierras casanareñas.
Siguiéndole el rastro al camino:
Inquieto yo por saber el trazado de este camino, busqué en el libro Caminos Reales de Casanare, de Héctor Publio Pérez A. -historiador yopaleño y amigo- en cuyas páginas 97 a la 101 despejé mis incógnitas, puesto que bajo el subtitulo Itinerario de Moreno a Mongua y a Sogamoso por Labranzagrande, detalla por tramos el recorrido que se cubría en algo más de diez días y lo ilustra con el mapa de la histórica senda terrestre.
Algunas hipótesis:
Con base en el anterior ejemplo familiar, que estoy seguro que no fue el único en lo referente a la colonización de sogamoseños y sogamoseñas sobre territorios de Casanare, quienes pronto se adaptaron a tierras que están a menos de 200 metros sobre el nivel del mar, mientras que su patria chica se ubica a 2.569 msnm., me atrevo a plantear las siguientes hipótesis sobre la simbiosis cultural que pudo haber sucedido:
- -Aprehendieron el manejo de la economía ganadera con sus tradiciones
- -Supieron acomodarse a la biodiversidad, a las dos extremas temporadas climatológicas del año, domaron ríos y sabanas
- -Se les facilitó aprender a bailar joropo y a cantar coplas, quizá por la cadencia rítmica y la improvisación de versos del torbellino propio de su región, folclor que abandonaron
- -Llevaron la tradición festiva del San Pascual Bailón, pagana celebración que adaptaron al medio llanero
- -Su ancestral vocación agrícola de las huertas caseras, coadyuvó al modelo del conuco de la sociedad llanera
- -Hicieron remontar el joropo a tierras sogamoseñas, reforzando el calificativo de “puerta del Llano” de su patria chica, en donde el folclor llanero es muy apreciado y disfrutado.
No en vano en Sogamoso el joropo se cultiva en estaderos y academias folclóricas, como lo muestra la imagen del sogamoseño grupo Viejo Soguero en reciente presentación cumplida en la emblemática plaza de Mochacá.
Colofón:
Quizá en los tiempos actuales vive la cuarta generación de los aventureros colonizadores, que desde los años treinta se atrevieron a dejar su entorno andino, por la vida tropical de las sabanas casanareñas.
Brindo este reconocimiento a dicho pasado sociológico, que debe investigarse para evitar que se pierda en las líneas del tiempo de la historia regional.
Parodiando la frase del Himno Nacional que reza: «Centauros indomables descienden a los llanos», digo yo:
¡Sogamoseños audaces descendieron a las sabanas de Casanare!